Llevamos unas cuantas semanas de confinamiento, y para algunas personas el tiempo se les esta haciendo eterno, las horas no pasan nunca. Para otros sin embargo, entre los que afortunadamente me encuentro, los días pasan como un suspiro. Llegan las ocho de la noche, sin haberme dado cuenta, y así un día tras otro a una velocidad increíble.
Si reflexionamos un poco nos encontramos con ese perpetuo compañero, parte de nuestra vida, el tiempo. Quién no ha dicho mil veces al día, “no tengo tiempo”, “necesito más tiempo”, “el tiempo vuela”…, son expresiones cotidianas que millones de personas utilizan, porque sienten que se les escapa un valor que para muchos es el más apreciado: el tiempo.
Todos tenemos el mismo tiempo, el mismo capital: 24 horas diarias. La gran diferencia radica en que, con la misma cantidad de tiempo, unos lo convierten en felicidad, optimismo y alegría compartida, y sin embargo otros proyectan su rencor, frustración y malhumor. Hay quien logra una inmensa fortuna y quien no logra jamás superar su maltrecha economía. Hay quien logra hacer realidad todos sus sueños y proyectos, y quien vive en una perpetua frustración.
Por suerte la realidad es más equilibrada. Sin embargo, de nosotros depende, en gran parte, que las 24 horas que tenemos a nuestra disposición todos los días, sean fructíferas o no.
En una reciente entrevista publicada en el periódico El Confidencial, Jaques Attali, una de las grandes figuras intelectuales de Francia y Europa, respondía a una pregunta sobre la pandemia del COVID-19, “La pandemia nos enseñará a tomar en serio que la única cosa en el mundo que es verdaderamente rara, que tiene verdadero valor, es el tiempo. El tiempo útil. El de nuestra vida cotidiana, que no debemos perder en actividades fútiles. El de nuestra vida personal, que podemos alargar consagrándole más medios. El de nuestra civilización, por último, que podemos preservar dejando de vivir en la agitación, la superficialidad y la soledad.”
En el Antiguo Testamento, El Libro del Eclesiastés, nos dice: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol.” ¿Cómo saber cuál es el tiempo indicado y cómo administrarlo? ¿Cómo racionalizar nuestros actos siendo conscientes de nuestro tiempo? ¿Cómo emplearlo con el mayor acierto?
Según algunos estudios científicos, en un futuro no muy lejano, viviremos muchos más años con una salud envidiable, de lo que no nos habla ningún estudio científico, es que cambios sufriremos cada uno de nosotros en nuestros sentimientos y en nuestros valores. Es decir, seremos mejores y más buenas personas, o simplemente tendremos más tiempo y mejor calidad de vida para incordiar al prójimo, más años y con más fuerza.
Estamos viviendo un momento de grandes cambios en nuestra vida, donde existen muy pocas certezas. La plasticidad de nuestro cerebro es imprescindible. Ante nosotros se abrirán un sinfín de nuevos escenarios a los que nos deberemos adaptar con celeridad.
Hoy más que nunca, es absolutamente necesario que aprendamos a distribuir nuestro tiempo, estableciendo las prioridades según nuestras reales necesidades.
Antonio Verdera, Vitalmark
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