Hace un par de años un político catalán, que había tenido un muy mal resultado en las elecciones autonómicas, me preguntaba, ¿Antonio, cuál crees que ha sido el motivo de nuestro fracaso?
Mi respuesta, entre otras consideraciones, fue la siguiente; “La gente compra emociones y no razones”.
A la mayoría de las personas, incluyendo a los votantes, se las conquista a través de la emoción.
Con España preparándose para elegir a un nuevo presidente dentro de siete semanas, todos los candidatos están potenciando al máximo sus marcas personales, e intentando que junto a unos programas sólidos no falte la parte emocional.
Evidentemente no es el único camino para llegar al corazón y al voto, y en un resultado electoral influyen múltiples factores (económicos, políticos, sociales, culturales…), pero también la personalidad pública del candidato y las emociones que sea capaz de generar.
La gente no vota ideas abstractas, por maravillosas que sean. La gente vota esas ideas encarnadas, parapetadas dentro de un ser humano de carne y hueso. La gente vota personas.
La personalidad del candidato, es una de las claves de todo triunfo electoral.
No ésta o aquella personalidad, sino una personalidad clara, definida, grabada a fuego en el cerebro del votante, y esto gracias a las redes sociales y la permanente presencia de la imagen en nuestro día a día, logra llega hasta el último rincón del planeta.
A veces un simple gesto, una mirada, un romper el rígido protocolo establecido, un apretón de manos, una sonrisa oportuna, logran un pequeño milagro, una reflexión, un cambio de valoración. Eso sí, ya se que es pedir mucho, pero por favor, si es desde el corazón muchísimo mejor, porque cuidado, hay gestos, muecas y miradas que se perciben, y pueden arrastrarnos al más profundo de los abismos.
Si alguna vez fue necesaria una razón para creer en el poder de la marca personal, hoy solo hace falta mirar a los políticos para entender su influencia. Una marca personal es el mayor activo de un político, cuando un candidato tiene una rica personalidad, y la misma es puesta en valor durante la campaña electoral, los efectos suelen ser poderosos.
Casi todas las cosas tienen una cara amable y otra que no lo es tanto, el voto llevado únicamente por las emociones y el entusiasmo hacia un determinado candidato, puede llegar a favorecer a nuestros adversarios, y el día después será demasiado tarde.
En estos momentos la serena reflexión se impone, y la valoración de un resultado final de acuerdo a nuestros principios, debería guiar la decisión.
Antonio Verdera
Vitalmark
